Los vinos y los pinchos de Logroño

Revisitar los lugares, verlos con otros ojos, con su evolución y aprovechando para mejorar las fotos y los datos. La conocí hace unos veinte años y mantengo al final del post lo que escribí y conté para Onda Viajera hace unos años. Pero hoy tengo mucho que añadir.

Logroño parece tener sólo una calle, la Laurel. Los jueves de tapitas tranquilas y los viernes y sábados pidiendo permiso para pasar. Sin embargo, el concepto es muy diferente a aquel que hace dos décadas la puso de moda. La capital riojana, que puja por mantener su identidad propia atrapada entre castellanos y vascos, trata de que en ella confluya lo mejor de cada cual. Y hoy los pinchos de la calle Laurel son más donostiarras que logroñeses. Quedan pocos de los bares más tradicionales, y la nueva cocina, con sus nuevos precios, ha tomado la calle. La legítima lucha por innovar no tiene la aceptación de todo el público, y son muchos quienes deciden ahora irse a los pueblos de alrededor, que están reviviendo sus fines de semana gracias a recoger el testigo de los pinchos tradicionales.

La hostelería de Logroño es la gran protagonista de la ciudad. No sólo en Laurel, sino en la cercana calle San Juan y, en general, el centro peatonal. Han optado por mantener la fórmula de tener un pincho fijo en cada bar y se han negado a sumarse a la moda del noroeste de bebida más pincho, que abarata el consumo. Por lo tanto, sigue siendo una gran alternativa de ocio, pero Laurel ha perdido la popularidad y se está volviendo exclusiva, con todo lo bueno y lo malo que entraña el giro. Barrios completos, nuevos y no tanto, al sur del centro, están viendo crecer su propia zona de vinos, que cada vez atrae a más jóvenes por su mayor sencillez y precios razonables.

El centro de Logroño se esparce en torno al tradicional paseo del Espolón, con sus rosaledas y el patio para fiestas, como la tradicional de San Bernabé, patrón de la ciudad, y la multitudinaria pisada de uva; y a la concatedral de Santa María de la Redonda. Siempre colegiata, no se elevó a rango de concatedral hasta pasada la mitad del siglo XX, para compartir la diócesis riojana con las históricas catedrales de Calahorra y Santo Domingo de la Calzada. De lado sobre la calle Portales, sus altas torres lisas enmarcan en la fachada un hermoso retablo labrado. Logroño y toda La Rioja están plagados de hermosas iglesias, muchas de ellas románicas, sembradas en el recorrido del Camino de Santiago, que extiende sus huellas por muchos rincones capitalinos, como en la Fuente del Peregrino.

La Muralla y el Cubo del Revellín guardan los secretos y homenajes de la lucha contra el invasor francés en la Guerra de la Independencia, cuya resistencia aún se celebra hoy durante las ya mencionadas fiestas del patrón. Se regala un pescado del Ebro, como símbolo de la supervivencia de los asediados. A la vera del río se acuesta y se pasea la cara norte de la ciudad, en un parque fluvial de kilómetros. Cruzan su caudal cinco puentes urbanos, alguno sólo peatonal, destacando el Puente de Piedra y el Puente de Hierro.

Si no sólo se quiere tomar vino, el Café Moderno, centenario y el más antiguo de la ciudad y anexo a los únicos cines urbanos, ofrece todo tipo de tentempiés y música en directo. Y ojo… con el vino… las modas llegan también a la cuna del caldo riojano y cada más jóvenes prefieren salir de cañas.

Y esto contaba, nostálgica, en la radio… Porque, con apenas 14 o 15 años, Logroño fue una de las primeras capitales españolas que visité. Por entonces, que se viajaba mucho menos, ya me sentía una afortunada por haber veraneado en Andalucía y Alicante y conocer las provincias de alrededor y la Cataluña de los viajes de estudios. En ese trayecto, con Burgos y Zaragoza mediante, vi los focos hoy permanentemente apagados de Las Gaunas desde la autopista y me quedé con las ganas. Porque la geografía futbolera ayuda mucho a la geografía viajera, se complementan y hasta se superponen. Y desde bien niña, gracias a El Gordo de Navidad que la peña sportinguista Jiménez repartió por Asturias y Logroño, el fenecido CD Logroñés se convirtió en hermano del Sporting de Gijón. Por eso, y porque Iñaki Vergara era uno de mis porteros favoritos.

Por todos los viajes futboleros y posteriores paradas que le he dedicado a La Rioja, y porque «La cueva del Toloño», de Pablo Zapata Lerga, ambientada en parte ahí fue mi libro de cabecera de la infancia, me encantó el capítulo de «Recorriendo España con…» de esta semana.

De vinos y tapas por la calle Laurel, de paseo por El Espolón, visitar la concatedral y sus alrededores, no olvidarse de San Millán de la Cogolla (cuna del castellano con su padre, Gonzalo de Berceo), ascender al Toloño… Y más vinos.

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