Ronda: cuna de bandoleros, reina mora de los barrancos

Ronda, la ciudad de los bandoleros, encaramada a "el Tajo"

Ronda, encaramada sobre el barranco, sobre «El Tajo», es la cuna del andalucismo

Blanca y altiva, la ciudad de Ronda desafía a la gravedad de El Tajo y a los avatares de su historia convirtiéndose en una alternativa de viaje antagónica a la cercana y popular Costa del Sol. Es, de todos los pueblos blancos del interior de la provincia de Málaga, el segundo más poblado tras Antequera, y el que puede presumir de haber parido la bandera y el himno de Andalucía en una asamblea celebrada en 1918.

Físicamente, Ronda se enclava en un paraje sobrecogedor: sobre El Tajo, una hendidura completamente vertical de más de 100 metros de altitud que parte en dos la ciudad y que ha sido salvada por la monumental obra de ingeniería que es el Puente Nuevo.

La ciudad, una de las más antiguas de España, está rodeada de montañas. Lo está al sur, por la Sierra de las Nieves, que la separa del mar; y lo está en todos los sentidos por la Serranía de Ronda.

Todas las culturas han pasado por Ronda, herida por el pequeño río Guadalevín

La garganta abismal la provoca el pequeño río Guadalevín. Al sur del cauce, duerme plácido y empedrado el centro histórico árabe, «La Ciudad». Antes, habían dejado sus vestigios pobladores del Neolítico, con las pinturas de la Cueva de la Pileta.

Curiosamente, y a pesar de una localización tan sureña, los orígenes del enclave son celtas, aunque por ella pasaron también fenicios, griegos, romanos, suevos, bizantinos y visigodos, antes del arribo, en el año 713, de los invasores musulmanes. Se convirtió en capital de provincia del Califato, primero, y en Taifa, después.

Por su cercanía con la mítica Granada nazarí, resulta lógico que fuera una de las últimas ciudades en claudicar frente a los Reyes Católicos. Lo hizo en 1485, tras casi ocho siglos de dominio islámico. Ello le ha legado una planta urbanística completamente mora, así como una rica arquitectura musulmana: la monumental Puerta de Almocábar, el reformado Palacio de Mondragón, la hoy catolizada mezquita rebautizada como Santa María La Mayor, los Baños Árabes, el Puente Viejo

La Guerra de la Independencia y los bandoleros marcan su Historia Moderna

La Edad Moderna y su final no fueron menos emocionantes para Ronda. El esplendor de los mercaderes y de quienes cruzaron el Atlántico embarcándose en la aventura de las Américas hizo nacer barrios nuevos salpicados de ricos edificios y palacios.

Pero fue el inicio del siglo XIX el que le ha otorgado su última leyenda: la de los bandoleros, retratada en la ficción por la exitosa serie de televisión «Curro Jiménez».

Ronda fue activa protagonista en la Guerra de la Independencia contra Napoleón, con la llegada del propio hermano del emperador, José Bonaparte, y sus tropas en 1810. Al calor de la guerra de guerrillas que se desarrolló aprovechando la orografía, los bandoleros gozaron de impunidad y consentimiento para asaltar a los franceses de los caminos.

La práctica del bandolerismo no era desconocía en los estrechos pasos principales de Andalucía, como el Despeñaperros, pero nunca había sido tan acusada. Al finalizar la contienda, los que un día fueron héroes pasaron a verse como delincuentes que se agazapaban en los caminos y atemorizaban a comerciantes y población. No desaparecieron hasta el siglo XX, y son objeto tanto de reproche como de culto, contando incluso con un museo.

Los grandes de la literatura se atrincheran en Ronda

Los personajes de la época del bandolerismo fueron un imán para los mejores escritores del Romanticismo, que recalaron en Ronda como luego lo harían los intelectuales extranjeros que se unieron a las Brigadas Internacionales.

Así, entre los célebres literatos que algún día amanecieron al borde de El Tajo rondeño podemos citar a autores de la talla de Washington Irving, Richard Ford, Orson Welles o Ernest Hemingway, que la convirtió en escenario de Por quién doblan las campanas.

Orson Welles, que se pasó toda su carrera yendo y viniendo a España tras un flechazo con el país, rodó en otros célebres pueblos españoles, como Chinchón, pero eligió Ronda para ser enterrado. Murió en Hollywood, pero en una finca del en su día amigo Antonio Ordóñez reposan sus cenizas mezcladas con el suelo rondeño.

Este teatro de ensueño completa sus riquezas con festivales de renombre de cante, flamenco y folklore; con artesanía, vinos y una sana gastronomía mediterránea que, espolvoreada en ricas tapas en las terrazas, nos harán más livianos los 300 escalones que componen la escalera de la mina para llegar al fondo de la garganta e impresionarnos con Ronda y su puente desde las entrañas de la tierra.

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