Pasar el desfiladero de El Despeñaperros para descubrir los campos plateados de olivos de Jaén
Equivocado está el viajero que llega a Jaén pensando que se trata tan solo de una vasta sucesión de tierras yermas que ocasionalmente permiten crecer retorcidos troncos de olivos que dan fama mundial a la provincia. Si se llega desde La Mancha, el desfiladero de El Despeñaperros, evitable ahora gracias a la recién (y por fin) finalizada autovía, nos dará la bienvenida entre barrancos imposibles y exquisitas sombras vegetales a las que tomarse más de un refrigerio.
Si se llega a Jaén desde las vecinas Córdoba o Granada, el turista se dará cuenta de que son los límites de ambas provincias los que se parecen a Jaén, y no viceversa. Porque Jaén es desde su inicio hasta su fin un campo de plateados olivos. Y puede verse claramente cuando vamos llegando a la capital califal, pues poco a poco va quedando atrás el paisaje olivarero que rara vez desaparece en Jaén. No en vano, solo en esa provincia se concentran la tercera parte de los olivos de toda España y es la principal productora del oro verde.
Jaén y las faldas de Sierra Morena, escenario de grandes batallas de la Historia de España
La más desconocida y menos turística de las ocho hermanas andaluzas tiene un glorioso pasado batallador. Jaén fue frontera durante siglos entre cristianos y musulmanes. En las faldas de Sierra Morena, se desarrolló una de las batallas más determinantes para los católicos, la de Navas de Tolosa, en 1212. Seis siglos después, en 1808, las tropas napoleónicas mordieron aquí el polvo por primera vez.
La humillación ocurrió en Bailén, también en las laderas de Sierra Morena, que sería igualmente amparo, a finales de esa centuria, de los temidos e igualmente admirados bandoleros; esos Robin Hood a la española que para nosotros han pasado a la posteridad gracias a la inmortal interpretación que el recién fallecido Sancho Gracia ejecutó magistralmente de Curro Jiménez, acompañado de su fiel Algarrobo.
Tierra de frontera, tierra de castillos
En esos seis siglos intermedios de una y otra histórica batalla, más capítulos sellaron para siempre la historia jiennense. Muchos de ellos pueden aún contemplarse gracias a los restos materiales.
Los decenios de territorio fronterizo han permitido que Jaén sea la provincia con más castillos en España, sin haber pertenecido a ninguna de las dos Castillas más allá de aquellos tiempos en los alrededores de los Reyes Católicos.
Por ser el norte el primero en retornar a manos cristianas, algunas de sus urbes han gozado de la impronta del Renacimiento a la ibérica.
Úbeda y Baeza, núcleos del Renacimiento español
Vandelvira fue el gran benefactor de la provincia. Vandelvira hizo de Úbeda una rica obra urbanoarquitectónica digna de visitar y perderse. El mecenas de Úbeda la convirtió en la ciudad de los palacios, como el Vázquez de Molina o del Deán Ortega; además de las hermosas plazas de Vázquez de Molina y del Primero de Mayo.
Bajo el nombre imaginario de Mágina, Úbeda ha sido escenario literario del hoy Premio Príncipe de las Letras, Antonio Muñoz Molina.
Baeza, cercana capital aceitera, se convirtió en la hermana pequeña y recibió igualmente parte de esa riqueza.
Jaén capital, la única catedral terminada en Andalucía
El Renacimiento, casi más bien Barroco, llegó también a la capital, que goza de la única catedral completamente terminada de las ocho capitales andaluzas. Fue el modelo que los conquistadores portaron a tierras americanas para construir los evangelizadores edificios que se dieron en llamar «de estilo colonial».
Acomplejada quizás entre dos gigantes atrapaturistas, como son Córdoba y Granada, antiguas capitales califal y nazarí, respectivamente, Jaén se ha adormilado y se ha acomodado en ser un territorio discreto, modesto. Pero quienes quieran verla con otros ojos recibirán sobrados premios a su exigente vista.
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