Hay zonas en Europa que han cambiado una y mil veces de manos a lo largo de la Historia, y no sólo de la más antigua, de la época de las invasiones, de los grandes imperios… El siglo XX, con sus dos grandes guerras devastadoras y sus consecuencias, modificó una y diez veces las fronteras. Ocurrió entre Francia y Alemania, y también a costa del Imperio Austro-Húngaro. Entre Italia y la Exyugoslavia, en concreto la actual Eslovenia; una zona con doble identidad que basculó hacia uno y otro lado. Trieste se quedó finalmente en Italia; Koper, en Eslovenia. Sin embargo, con sólo dejarse caer por la ciudad, se tendrá muy claro que el trastorno de personalidad es constante.
Ese trastorno bipolar ítalo-esloveno no es el único que sufre la zona. Koper nació isla. De hecho, su nombre romano, Capris o algunas de sus declinaciones, significaba Isla de las Cabras. El territorio estaba rodeado por pantanos. En 1825, perteneciendo al Imperio Austrohúngaro, las ciénagas fueron drenadas y se unió así a tierra firme. Si vemos el centro histórico sobre el mapa, quedan claros los límites de la antigua isla. Hoy, toda esa zona, la más interesante sin duda, es por completo peatonal.
Una tercera contradicción es su propio nombre italiano. Capodistria quiere decir, literalmente, capital de Istria. Pero Istria, la península que se abre al sur, no es ni eslovena ni italiana, sino completamente croata.
Koper es la capital costera de Eslovenia. Sus escasos 40 kilómetros de litoral apenas cuentan con playas al uso. Pero el mar ha marcado el devenir y apogeo de este asentamiento. Entre griegos, romanos, trestinos y germánicos hasta el siglo XIII, en 1279 pasó a conformar la República de Venecia. De esta época es la joya arquitectónica de Capodistria: el Palacio Pretoriano, de fachada marcadamente veneciana, a medio camino entre el Gótico y el Renacimiento y con el león pretoriano veneciano, reluce en la plaza central, la Titov Trg en esloveno, Piazza di Tito en italiano. Esos siglos, hasta inicios del XVIII, fueron los de mayor apogeo económico de Capodistria.
Por aquellas fechas, Trieste era austriaca, y su mayor competidora comercial en el golfo. Koper explotaba las salinas de sus alrededores y también exportaba cereales. Sin embargo, Trieste se ganó el estatus de Libre Comercio y marcó el inicio del declive istriano. Sufrió incluso una breve pertenencia a Francia, con la conquista de Napoleón. Después de eso, y con la desaparición de la República de Venecia, su dominio se lo quedó Austria, aunque el peso demográfico y cultural italiano siguió siendo primordial.
Capodistria y su costa volvieron a Italia tras la I Guerra Mundial, y por unos años, después de la IIGM, perteneció a la zona libre de Trieste. Finalmente, ya en 1954, el control internacional cedió la gran ciudad a Italia y Koper pasó a Yugoslavia. Apenas sufrió la escisión de la Guerra de los Balcanes, ya que Eslovenia fue la primera en declarar su independencia y salirse del conflicto, sin mayores problemas por el poco peso de otras etnias o religiones, como ocurría en la multicultural y peleada Bosnia y Herzegovina.
Como ventana al mar, ha florecido de nuevo gracias al turismo. Al casco antiguo podemos acceder por la antigua Porta della Muda, y disfrutar en él de varios palacios renacentistas o de la Logia veneciana de blanco y elegante porticado apuntado. Del mismo estilo gótico veneciano es la catedral de la ciudad, dedicada a San Nazario.
El puerto deportivo goza de una excelente vida nocturna. En sus terrazas se pueden degustar los buenos vinos de la zona, gracias a la influencia mediterránea. Es también un agradable lugar para pasear durante el día.
Los españoles tienen en Koper y en toda la Riviera Eslovena una cita con su propia historia. En cada uno de los pueblos, y la ciudad de Capodistria no iba a ser una excepción, se yergue una placa conmemorativa para los brigadistas que fallecieron durante la Guerra Civil defendiendo la II República Española. A pesar de la lejanía física y cultural, fueron muchos jóvenes de izquierdas los que se embarcaron en las Brigadas Internacionales. Se los recuerda como «combatientes de España» o, a veces, simplemente como «Españoles»; Španci, en esloveno.
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