El premio de dos calas gemelas tras una caminata al sol: cómo llegar a Porto Timoni
Porto Timoni es como la cola de un pez. Y donde se une con el cuerpo, en vez de aletas o escamas, nos regala dos pequeñas calas simétricas, de arena y gravilla doradas, con aguas insultantemente turquesas. Porto Timoni es la cola de un pez muy verde, como toda la isla de Corfú, y pende y depende del pequeño y encantador pueblo de Afionas, en el cabo o akra Arillas.
El cabo marca el final, por el oeste, de la extensa y hermosa playa de Agios Georgios Pagon (importante el apellido, que lo diferencia del pueblo del sur). La bahía perfecta, en forma de concha a los pies de la montaña, de arena y gravilla, y con un azul espléndido en sus aguas, sería ya de por sí una atracción si no la eclipsara la maravilla geológica de Porto Timoni.
A pesar de estar reconocida como una de las imperdibles de Corfú, su dificultoso acceso la protege de la masificación. Pero quienes la conocen por fotos, se adentran: el sufrimiento merece la pena.
Desde la carretera principal, nos desviamos hacia Afionas y encontraremos el primer mirador. Este, hacia el otro lado del cabo, hacia mar abierto, con el archipiélago de las Diapontia: la isla de Nisída Karávi en primer plano, los islotes de Diaplo y Diakopo un poco detrás, y la silueta de la mayor, Mathraki, al fondo, además del cabo Kefali, que separa la bahía de Arillas, cuya boca vislumbramos, de la de Agios Stefanos. Desde ahí, tenemos varias opciones: tirar el coche donde podamos y sumar más caminata, o ir hasta el final y pagar 5 euros en el parking del restaurante Porto Timoni, que da directamente al camino principal (la otra opción es bajar a Agios Georgios Pagon y alquilar un barco o lancha, el otro modo de acceso, por mar).
En ese punto comienzan los 500 metros más largos de Corfú. La cuesta es tremendamente empinada, en constante descenso, de suelo irregular en el mejor de los casos, pero normalmente una bajada escalonada de piedra en piedra. Para los amantes de las chanclas: no son una opción ni buena ni mala, sencillamente no son una opción (aunque verás a mucha gente con ellas). Tampoco son recomendables los vestidos ni los pantalones muy cortos, ya que a veces el mejor paso está justo al lado de la vegetación. Quien soporte los gorros, mejor con ellos. ¡Y agua! No hay nada abajo.
La bajada es dura, así que, si tienes dudas sobre si después podrás hacer la subida, regresa a tiempo. No se requiere tampoco una extraordinaria forma física, no es cuestión de asustarse, pero como se suele visitar en verano, hay que tener en cuenta el asfixiante calor con el que se hacen uno o ambos trayectos, dependiendo del tiempo y parte del día que queramos pasar allí.
Las hermosas vistas de la bahía de Agios Georgios Pagon
El descenso no requiere más parada que las primeras curvas desde las que se ve la panorámica de la bahía de Agios Georgios Pagon, y cuando ya llevas dos tercios del camino, tienes las plantas de los pies agujereadas, piensas que no merece la pena… y aparece y te callas. Literalmente, te callas. Porque la vista de la playa doble entre vegetación y agua turquesa es sencillamente sublime. Ya casi llegando abajo, hay una buena vista de la playa que da al interior de la bahía. Sin embargo, se accede primero a la playa exterior.
El agua fresca de esta zona de la isla, unos 22º, se agradece para enfriar el cuerpo tras el sudor y la caminata, y la cabeza de la solana. La entrada de piedras acaba por matar tus doloridas plantas, pero todo se te olvida al nadar en sus aguas. En mi opinión, la exterior es aún más hermosa, con solo el mar en el horizonte, enmarcado por el fin de la península. Es también un poco mayor. El sendero, que continúa y se adentra hacia la península, lleva a una capilla y a otra mínima playa que casi no se distingue entre la vegetación hasta que no estás en el agua.
Completamente renovada, hay que probar la otra. Allí, por la derecha, la entrada es suave sobre arena. Los niños la prefieren por sus cuevas cercanas a la orilla y por la gran roca en la mitad, a donde encaramarse para hacerse fotos o lanzarse al agua. La vista de la línea costera de Agios Georgios Pagon y sus montañas tampoco desmerecen de la línea cielo-mar de la exterior.
Recuerda ir equipado: agua y comida, Porto Timoni es naturaleza pura
Lo mejor es darse un buen baño justo antes de atreverse con la subida, para comenzarla fresca. Dura poco. Las sombras son escasas, hay que aprovecharlas todas para descansar un rato y refrescar. Lo peor no es la subida en sí, sino el calor. De hecho, técnicamente es mucho más sencilla que la bajada, más segura para apoyar el pie. No da tregua, todo es cuesta arriba, descubierto -sobre todo el tramo final, cuando más calor hemos acumulado- e irregular. Al poco de empezar el ascenso, una camiseta de la Selección me recuerda que es el primer español que veo en Corfú. Lo saludo, hablamos un poco, le recomiendo la exterior. El amigo viene detrás preguntando… «¿he oído cerveza?» «No, no hay nada abajo. ¿No habéis traído agua?» «No, venimos así, según nos dio» -y así es sin agua… y con chanclas.