Fue nuestra frase favorita y de retranca para referirnos a esta hermosa isla de la costa dálmata. Pero lo cierto es que no era sólo chula, sino una auténtica preciosidad, un paraíso. Y tan paraíso que es… que es el primer lugar del mundo en derogar la esclavitud, allá por los albores del siglo XIII. Todo un adelanto.
El envidiable clima y el intenso azul del mar podemos encontrarlos en los cientos de islas que jalonan la costa croata. Sin embargo, si algo hace diferente a Korcula del resto de ínsulas que la acompañan es su ciudad fortificada. Se divisa ya desde tierra firme, pues sólo un hilo de Adriático separa Korcula de la Croacia continental.
El viaje en barco, hiriendo el resplandeciente y plácido mar, te otorga el placer de un poquito de viento en el caluroso aunque recién amanecido verano. La visitamos a finales de junio, y en ella bebimos el mejor vino que probamos en Croacia -exquisito- y disfrutamos de la mejor pasta mientras nos enamorábamos de un pequeño y juguetón gatito que se peleaba con el cordel de la cámara.
Casi todo el centro amurrallado es peatonal, pues sus calles son estrechas, escalonadas o con mucha pendiente. Es difícil no enamorarse de las más solitarias, con la ropa tendida y las flores en los balcones al más puro estilo de la Toscana. No en vano, su larga Historia está muy relacionada a los diferentes reinos que hoy componen Italia. Fue gobernada incluso por Roma durante unos años tras la I Guerra Mundial, ofrecida por los vencedores como botín de guerra.
Y un aviso a navegantes y viajeros… Pocos llegarán aquí con más kilómetros a sus espaldas que el más ilustre de sus hijos. Hay mucha controversia respecto al tema, pero está muy extendida la hipótesis de que fue aquí donde nació Marco Polo… y hasta hay una casa donde se supone que ocurrió.
Viajo a mi bola y luego lo cuento 
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