Contemplar el mundo desde el cerro Aconcagua, el techo de América
No todos los días se está delante de un pico que acaricia los 7.000 metros de altitud. Además, los roza por partida doble. El cerro Aconcagua, la montaña más alta del mundo fuera del Himalaya, posee dos cumbres. La sur, 35 metros más baja, y la norte, que alcanza los 6.964,4 metros.
Visité Mendoza en los albores de la primavera austral, más cálida esta estación en la Argentina central que en España. Sin embargo ahí, donde todo tiene como referencia «la Cordillera», las noches y los atardeceres son frescos por el soplo incesante de sus corpulentos vigías. No hay rincón de esta coqueta y plácida ciudad desde el cual no se vislumbre alguna cima, aunque son las de la primera barrera, la precordillera.
Viñedos y esquí, en las faldas del Aconcagua
Atravesando llanuras plagadas de viñedos donde se cosecha la uva orgullo patrio, se llega a las faldas de la espina dorsal de Sudamérica. A punto de llegar a la frontera, nos detenemos en la estación de esquí de Los Penitentes, que debe su nombre a una curiosa formación montañosa que se asemeja a una procesión religiosa.
La base de la estación se sitúa por encima de los 2.500 metros, pero un telesilla nos conduce a la cima, lamiendo los 3.000. Allí, caminar se hace fatigoso, no sólo por la altura, sino también por la nieve.
Majestuosos, ambos picos del Aconcagua desafían con sus nieves perpetuas el azul insultante del cielo. A pesar del fresco, el clima es seco. Una tormenta se arremolina en la cumbre, haciéndola parecer efervescente.
Cerca, apenas a un puñado de metros de Chile, visitamos el monumento natural «Puente del Inca», una curiosa formación rocosa amarilla sobre el río Las Cuevas. Abandonado, a su lado, un complejo termal. El lugar debe su nombre a que hasta aquí llegaba en su periodo de máxima expansión el Camino del Inca y el gran imperio incaico. A casi 4.000 metros de altitud, el Cristo Redentor marca el adiós a Argentina antes de cruzar la frontera. Yo no pude subir, aún la carretera no estaba transitable a esas alturas del año.
A la vuelta, nada como una buena botella de Malbec. Santa Julia, Trapiche y La Linda son hasta ahora mis favoritos. Lo siento por sus vecinos… pero el Malbec chileno aún no ha conseguido que mi paladar lo prefiera al mendocino, sin duda mi caldo favorito.
Argentina siempre sabe a poco… Algunas ideas más en:
https://laurifog.wordpress.com/2013/11/30/lujan-el-sumun-del-turismo-religioso-en-argentina/
https://laurifog.wordpress.com/2013/09/11/puente-del-inca-donde-argentina-empieza-a-convertirse-en-chile/
https://laurifog.wordpress.com/2013/08/08/el-delta-de-tigre-selva-amazonica-a-las-afueras-de-buenos-aires/
https://laurifog.wordpress.com/2013/05/17/una-visita-diferente-el-recuerdo-mas-siniestro-de-buenos-aires/
https://laurifog.wordpress.com/2013/05/15/entre-el-turismo-de-mar-del-plata-y-la-fauna-de-peninsula-valdes/
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