Pocos lugares en España, por no decir ninguno, pueden presumir de que en él confluyan de una forma tan majestuosa raíces históricas y religiosas como lo hacen en Covadonga. En este pequeño rincón apartado de las grandes poblaciones, enclavado en el corazón de los Picos de Europa, se desarrolló en torno al año 722 la primera batalla en la que los antiguos pobladores de la Península Ibérica se impusieron a los moros. Esta batalla, que estratégicamente no pasó de ser una escaramuza, supuso el inicio de lo que después se llamó la Reconquista. Los astures estuvieron liderados por el rey Don Pelayo, un noble llegado al norte supuestamente desde tierras cordobesas. El motivo fue la negativa a pagarles a los conquistadores uno de los tributos que pretendían instaurar en las no totalmente controladas tierras asturianas.
Esta victoria cuenta, además, con el simbolismo de haber sido lograda en ínfimas condiciones, con muchos menos efectivos, pero con la ventaja de haber disparado desde lo alto. Las armas arrojadizas… simples piedras. La Batalla de Covadonga simboliza no sólo el inicio de la Reconquista de España, sino también el primer combate en el que el Cristianismo se impuso sobre los musulmanes en territorio ibérico. Es por ello que este Santo Sitio se convirtió en símbolo de la Iglesia Católica y lugar de peregrinación.
El lugar desde donde se supone que en el siglo VIII se lanzaron las piedras, el monte Auseva, alberga hoy uno de los más peculiares santuarios marianos, donde se rinde culto a la Virgen de Covadonga, conocida popularmente como «La Santina» y que es la patrona de Asturias. En la cueva se encuentra también el sepulcro del fundador de la dinastía asturiana y por ello del Reino de Asturias, Don Pelayo, quien en un primer momento estuvo enterrado en la que fue la primigenia capital del reino, Cangas de Onís.
El acceso original a la cueva se efectuaba por unos vetustos escalones a la derecha, que fueron sustituidos por una escalinata labrada y más segura, un poco más a la derecha. Con sus 103 escalones hasta llegar a la imagen de la virgen, recibe el nombre de «Escalinata de las Promesas», pues son muchos los fieles y peregrinos que la suben con devoción, ya sea a pie o de rodillas.
A la izquierda, justo debajo de la pequeña construcción, una cascada, «El Chorrón», en forma de «cola de caballo», mana directamente de la roca. Sus aguas descienden bajo tierra desde el valle de Orandi, en la subida a los Lagos, y provienen del río Las Mestas. De ese caudal procede también el agua de la Fuente de los Siete Caños. Dice la tradición que «la moza que de ella bebe, dentro del año se casa». No vale beber de cualquier forma, por supuesto, sino que tiene que ser sin respirar y un sorbo de cada uno de los caños. Todo ello, vigilado por dos leones de mármol de Carrara adquiridos a un magnate de Betanzos.
A través de un túnel artificial, construido a principios del siglo XX, se sale de la cueva a la explanada de la basílica. Se deja a la izquierda una campana mastodóntica de 4 toneladas antes de vislumbrar el rosado edificio neorrománico que preside sublime el Real Sitio.
La paz del enclave no reside en la religiosidad o no de quien lo visita, sino en el entorno natural. No en vano, los lagos del mismo nombre, los Lagos de Covadonga, fueron el primer Parque Nacional de España. El Enol y el Ercina, a los que se llega por una sinuosa carretera, son el culmen a paisajes y miradores en el corazón del macizo de los Picos de Europa. Un tercer lago, el Bricial, aparece únicamente en las primaveras con mayor volumen de deshielo. Uno de los pocos vestigios de la Asturias glaciar.
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https://laurifog.wordpress.com/2012/08/22/el-paraiso-escondido-del-suroccidente-asturiano/
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