El noreste de Corfú, guijarros blancos y aguas turquesa
Sin cansarse de repetir cuántos paisajes maravillosos dibuja el mar a lo largo de toda la costa de Corfú, es preciso detenerse en detallar los juegos que la blanca geología del noreste ha repartido por este rincón. Porque si el sur está dominado por extensos arenales salvajes; el centro por ciudades-balneario alrededor de la capital; y el noroeste por bellísimas bahías de arena, paisajes verdes y aguas frías; los guijarros del noreste nos regalan fondos turquesa en una sucesión de calas por lo recortado y escarpado del litoral.
Aunque este estilo de playa de guijarros blancos y aguas turquesa se enmarca en la región de Kassopei, que coincide exactamente con la esquina noreste, encajonada entre la cumbre de Pantokrator y el estrecho de Corfú, que separa a la isla de Albania por la zona donde casi se tocan, empezaremos el recorrido un poco más hacia el oeste, al salir de Sidari y abandonar el noroeste.
El primer gran arenal que nos toparemos será el de Astrakeri, con sus aguas relucientes y su coqueto puerto protegiendo una segunda playa. Después, el animado pueblo de Roda nos ofrecerá su playa, aún de arena en esta zona, con un verde horizonte de montañas. El mismo que se ve desde Acharavi, aunque ya nuestros pies pisarán diferente, pues el grueso de la superficie ya es de pequeños guijarros dorados y blancos, con retales de arena. De gran longitud, se extiende hasta la laguna Antinioti, que separa el cabo Agías Aikaterínis en un islote prácticamente unido a Corfú, al que se accede por dos puentes peatonales o para vehículos muy ligeros. El área más cercana a Roda está más concurrida, mientras que, conforme nos alejamos hacia la laguna, Acharavi se convierte en una plácida playa solitaria.
Al otro lado de la laguna, el primer punto de la costa es la paradisíaca playa de arena blanca Agios Spiridon o Santo Espíritu en español, de aguas cristalinas y con las montañas albanesas en la línea del horizonte, cubiertas por una sempiterna corona de nubes. Nuestra última parada antes de entrar propiamente en el municipio de Kassopei es la extensa Apraos, la última de esa longitud previa a los requiebros de la esquina noreste de la isla, con espléndidas aguas y finas piedras claras.
La bahía de Kassiopi y el camino costero hacia Kerassia
De repente, tras dos últimos requiebros, la serpenteante carretera de la costa norte nos abre a la bahía a cuyo fondo se erige Kassiopi. Este antiguo pueblo pesquero y fortaleza dotada de cañones confunde su planta con la de la propia península sobre la que se asienta y lo define. Lleno de vida, pintorescas tabernas con pescado fresco y refinados bares en torno al viejo puerto, tan cautivadora resultan las calles como las miniplayas en torno a su punta más septentrional. Bataria y Kanoni, a levante, llamadas playas gemelas por ser prácticamente idénticas, son las más espectaculares, aunque, por su exiguo tamaño, la superficie de piedrecillas blancas está completamente cubierta por hamacas. El brillante turquesa del agua se repite en Pipitou, a poniente, un poco más grande y menos llamativa.
Desde allí, podemos salir por la carretera principal directos a la otra atracción turística de la zona, Kerassia, o enlazar caminos más secundarios pero pegados a la costa. Solo si optamos por esto descubriremos Avlaki, mucho más salvaje y hermosa que la famosa Kerassia, sin urbanizar, rodeada de verde y con una combinación de blanco y turquesa que refulge. El encantador puerto-playa de Agios Stefanos, un poco más al sur, nos permite prácticamente acariciar Albania, a poco más de dos kilómetros en este punto.
Kerassia está considerada por muchos la playa más bella de Corfú. En mi opinión, es una playa bonita, con aguas limpísimas y turquesa gracias al fondo de piedras blancas, pero no creo que sea siquiera la más bonita entre las de la zona. Antes de salir de Kassopei y comenzar el recorrido por los balnearios del norte de la capital, plagados de complejos hoteleros, la región aún esconde las calas de Kalami y Nisaki.