Toulouse, la Ciudad Rosada o Cité Rose, tiene complejo de arquitectura en simple ladrillo
Conocida como la «Cité Rose» o «Ciudad Rosada», a Toulouse le ha costado sin embargo llevar con orgullo ese apodo. Porque ese rosa hace referencia a una triste realidad arquitectónica: lejana a todas las canteras de piedra noble, sus edificios emblemáticos y palacios tuvieron que erigirse en ladrillo, muy diferente a los fastuosos centros históricos de las grandes urbes francesas. Durante mucho tiempo, se recubrían con adornos a veces demasiado recargados para enmascarar la simpleza del material. Con el tiempo, Toulouse ha dejado que el tiempo se coma esos adornos sin el deseo de restaurarlos y, poco a poco, ha hecho de ese rosa, más bien rojizo casi todo el día, su seña de identidad, similar a Bolonia en Italia, aunque sin la connotación política.
De ese ladrillo rojizo, que reluce en rosa con determinadas luces del ocaso, son el convento de los Jacobinos y la basílica de Saint Sernin o San Saturnino, y el edificio más emblemático y que marca el centro de la cuarta ciudad de Francia: el ayuntamiento en la plaza del Capitole. Enorme y señorial, con ocho columnas de mármol que le aportan más riqueza material, su fachada preside al completo la cara este de la plaza homónima. Cuadrada y extensa, raro es no encontrarse en ella algún espectáculo en las tardes de verano y primavera. Las terrazas y cafés, y algunas tiendas, son sus otros inquilinos, junto al edificio más antiguo de la antigua mazmorra, «donjon», hoy oficina de turismo de Toulouse. Tiendas que se expanden a norte y sur por las principales arterias comerciales, peatonalizadas la mayoría, desde Jeanne d’Arc hasta Esquirol. El otro gran atractivo de la plaza es el Hotel Le Grand Balcon, donde se alojó entre otros muchos pilotos el célebre autor de «El Principito», Antoine de Saint-Exupéry, mientras sirvió para la compañía Aéropostale durante los años de la incipiente industria aeronáutica de Toulouse en torno a 1920.
Los puentes y el Garona, un puerto y el canal de Midi: la Toulouse de agua
A pesar de estar en el centro de la Francia occitana y bilingüe en ese idioma, casi equidistante del Atlántico y del Mediterráneo, Toulouse ha sabido vivir siempre de cara al agua. Especialmente, por el curso del Garona, atravesado por hermosos puentes, como el Puente Nuevo o la pasarela de la Viguerie, jalonado con alguna isla en su parte más ancha, como Ramier; y con recodos utilizados por los tolosanos para tomar el sol, sobre todo el antiguo puerto de La Daurade frente a la iglesia homónima, hoy hermosa plaza verde que se escalona hasta la orilla y en las tardes soleadas está repleta de terrazas y toallas.
La otra gran atracción acuática de Toulouse, una de las mayores obras de ingeniería moderna reconocida por la Unesco, es el Canal de Midi. Gracias a él, la ciudad lleva siglos conectada por vía fluvial con el Mediterráneo, lo que permitió el comercio y el acopio de productos antes del ferrocarril. Desde 1681, con sólo quince años de construcción, atraviesa todo el Languedoc y ciudades ya de por sí de cuento como Carcassonne, y se extiende por el Canal Lateral del Garona hasta Burdeos.
El gran tesoro de Toulouse: su industria aeroespacial
Como si eso marcase el vuelco hacia la ingeniería de esta modesta ciudad europea, a mitad del siglo XX eclosionó aquí la industria aeronáutica, ya incipiente al terminar la Primera Guerra Mundial. Para ser más exactos, en el término periurbano de Blagnac, donde se sitúa el aeropuerto y donde hoy por hoy se fabrican los grandes monstruos aéreos de Airbus, que tiene su sede aquí, así como componentes espaciales. Esa industria aeroespacial es hoy el gran motor de la región, atrayendo a ingenieros de todo el mundo a vivir aquí y animando a los jóvenes a decantarse por las ramas técnicas. No en vano, Toulouse alberga la segunda universidad más antigua de Francia y tiene una agitada población estudiantil que representa un cuarto de su población durante el año escolar.
Toulouse ha sabido sacarle además encanto turístico a su producción industrial. Las naves espaciales y los aviones atraen, claro está, y en torno a ellos ha erigido dos museos que destacan no sólo por la riqueza de su patrimonio, sino por la sapiencia para haber diseñado espacios abiertos e interactivos que enganchan por igual a adultos y niños.
Cité de l’Espace y Aéroscopia, trocitos de la estación MIR y del Ariane 5 que nos dejarán fuera de órbita
En la Cité de l’Espace se puede jugar con la gravedad y la vida en el interior de las naves espaciales, visitar la perdida estación MIR y contemplar satélites o el Ariane 5 en toda su altura, además de reconocer la basura espacial o pasear por las bases de lanzamiento de todo el mundo. Aéroscopia, más centrado en la aviación, muestra por dentro y por fuera el mítico Concorde con su punta de pájaro amenazador, el impactante primer prototipo del avión para transporte militar A400M, decenas de otras naves originales y maquetas, permite usar un simulador aéreo y escuchar en tiempo real, como un controlador, la señal de la torre del cercano aeropuerto. Además de visitas guiadas a la propia fábrica de Airbus viendo el ensamblaje del mastodóntico A380.
Todo en la rosa Toulouse, también violeta por su flor típica, de la que se venden dulces, licores y adornos; casi desconocida entre los grandes atractivos de Francia, pero sede sin embargo de la primera línea regular aérea gala y cuna de los vuelos transatlánticos y misiones espaciales europeas.