Famagusta: la guerra fría entre Chipre y Chipre del Norte con vallas y ciudad fantasma

Ciudad fantasma de Varoshia desde Palm Beach, Famagusta, con el extremo final de la valla militar

Famagusta, la ciudad partida por la guerra fría entre Chipre y Chipre del Norte, con sus vallas y ciudad fantasma

En Famagusta, símbolo de la guerra fría y viva entre la República de Chipre y el oficioso Chipre del Norte, con vallas, edificios derruidos y ciudades fantasma, como Varoshia, los sentimientos se quedan a flor de piel. Porque es de humanos llorar por edificios y ciudades, llorar frente a la destrucción. Llorar sobre las ruinas, sobre las piedras, es llorar por los que perecieron bajo las mismas bombas.

Famagusta es una ciudad que vive a ritmo lento y enrarecido, tratando de crecer modernamente hacia el norte, mas con las heridas de la guerra abiertas. Si todo Chipre fue golpeado y dividido en 1974, la costa este de la isla fue la más castigada.

Magusa, ciudad de historia entre los Cruzados, Tierra Santa y Venecia

La llamada en turco Magusa experimentó diversas etapas de florecimiento en edades pasadas, especialmente cuando se convirtió en el último puerto seguro para los Cruzados antes de arribar a Tierra Santa. Fue tanta la ostentación de riquezas de sus habitantes durante esas décadas de la Baja Edad Media, que la necesidad de demostrar humildad convirtió kilos de joyas y oro en decenas de iglesias que poblaban enhiestas el casco antiguo.

Algunas ya fueron destruidas por los otomanos en su siguiente invasión; otras quedaron al amparo de las impresionantes murallas venecianas que, como en Lefkosía, éstos construyeron durante su dominio a principios de la Edad Moderna y que permanecen impolutas como casi único encanto de la Famagusta actual. Sus quince metros de altura, sus dos puertas originales, los 14 bastiones y la Torre de Othello representan la única belleza impertérrita de la ciudad fronteriza.

Famagusta, la ciudad donde lo cotidiano no lo es

Todo es anormal en Famagusta: para llegar desde la República de Chipre, no solo hay que atravesar el paso de frontera hacia un país inexistente pasaporte en mano, sino que antes pasaremos por una de las bases británicas esparcidas por la isla, Ayios Nikolaos, mastodóntico radar incluido, y todo ello bajo la atenta mirada de cámaras y vigilantes, con la estricta prohibición de hacer fotos.

Cuando Turquía invadió el norte de Chipre y autoproclamó la República Turca del Norte de Chipre, no sólo se quedó en torno a un tercio del terreno, sino también los campos de cultivo de cítricos, la mitad de la capital y dos de las cuatro mayores ciudades, Kyrenia y Famagusta, que a su vez eran los grandes polos turísticos.

La invasión de Famagusta y Varosha en los felices años 70 de sus playas

Famagusta en concreto vivía su máximo apogeo: el puerto industrial era el más boyante del país y al sur, en el distrito de Varosia, crecían los hoteles de lujo para la más pujante clase alta europea. Sus dos playas, pero especialmente la más meridional, eran con diferencia los mejores arenales de Chipre, bañados además por el agua más pura y limpia del Viejo Continente.

La vida era azul turquesa como ella, y a pesar de que había algunos movimientos contra el por entonces presidente Makarios, ni en las peores pesadillas los chipriotas, y especialmente la inmensa mayoría grecochipriota, podían pensar en un golpe así. Esa vida diaria vuelta pedazos de la noche a la mañana la novela Victoria Hislop, la periodista inglesa que se ha hecho famosa por su novelas histórico-románticas ambientada en Chipre y Grecia, en su libro «The Sunrise», no traducido al español, pero una de las pocas obras que en la Europa Occidental tiene el conflicto turcochipriota como telón de fondo.

Los turcos entraron a sangre y fuego cuando Makarios fue derrocado y temieron que la nueva Junta buscara la tan ansiada unión con Grecia, la Enosis. Además de los cientos de grecochipriotas dados por desaparecidos aún hoy, otros miles tuvieron que emigrar al sur (muchos antes incluso de que llegasen las tropas) y tampoco los turcochipriotas corrieron gran suerte, ya que fueron considerados turcos de segunda categoría y finalmente son los colonos turcos continentales los que se han hecho con el pseudopaís.

Crónica de una destrucción: las ruinas de Famagusta

En Famagusta, los bombardeos destruyeron aún más edificios de los que ya estaban en ruinas. Las iglesias cristianas destruidas por los otomanos nunca habían sido restauradas, pues los turcos se quedaron a vivir en el centro, y la situación obviamente no mejoró con la invasión de facto.

La catedral gótica de Agios Nikolaos, al igual que le pasó a Agia Sofia en Lefkosía, se salvó de la destrucción, pero sus torres ya no existen y, en lugar de una de ellas, se ha colocado un minarete. Las llamadas del muecín a la hoy mezquita de Lala Mustafá Pasa se escuchan por todo el centro, con cuatro o cinco calles plagadas de souvenirs y restaurantes de comida rápida insultantemente caros para obtener euros de los aún pocos pero crecientes visitantes.

Todo esto, que no dejaría de ser el relato cruento de cualquier otra invasión no menos cruel, en Chipre tuvo un desarrollo posterior que hace tan singular a la isla aún hoy, 43 años después. Famagusta pasó a formar parte del nuevo territorio, permitiendo al sur el crecimiento turístico de los hasta entonces sólo puertos pesqueros Agía Napa, Protaras, Paralimni… Pero sólo una parte: las afueras de la ciudad, al igual que todo el antiguo distrito turístico de Varosha pasaron a formar parte de la llamada «buffer zone» o «No Man’s Land», un trozo de la «Green Line» que divide la isla, bastante ancho aquí, donde ha quedado suspendida la vida.

Varosha: ciudad fantasma en un país en paz tensa

Varosha es hoy una ciudad fantasma como no hay ninguna en un país en paz: sus rascacielos hoteleros en primera línea de playa están deshabitados, han perdido la pintura, algunos las ventanas, y su visión desde la esquina sur de la Palm Beach resulta espeluznante.

Algunos periodistas que han conseguido permisos especiales de la ONU, que controla la banda, y del gobierno turco, que controla su entrada por Famagusta, han publicado fotos de hierba comiéndose los edificios por dentro, de butacas de salones comidas por el moho o de coches de alta gama abandonados en los garajes de los hoteles.

Los carteles prohibiendo el paso o las fotos son constantes, al igual que el silbato del guardia de turno en la garita de ese rincón con la llegada de cada autobús de extranjeros buscando la imagen de la ciudad fantasma.

Palm Beach: el turismo de hoy en Famagusta o cómo tomar el sol con vistas a la destrucción

Mientras tanto, la más pequeña Palm Beach trata de recuperar su normalidad con algunos chiringuitos, las hamacas y un par de hoteles. El grueso del arenal, sin embargo, está vigilado desde atrás por más edificios fantasmagóricos y la tela metálica y negra que indica «zona militar».

Al otro lado de la «buffer zone», en Deryneia, el último piso de un edificio se ha convertido en improvisado mirador a la ciudad perdida, detenida en el tiempo. En ese punto se produjo el último enfrentamiento con víctimas en 1996.

Los turcochipriotas, por su parte, también recuerdan en un pequeño cementerio patriótico al lado de la Puerta del Mar a quienes perecieron contra las guerrillas paramilitares prohelénicas. El mar, indiferente a las disputas, se mantiene impasible en su mansedumbre y luminosidad.

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