Fornells, Algaraiens y las calas del norte agreste y salvaje de Menorca

Menorca es la isla de las mil calas de aguas turquesa. La isla norteña de las Baleares, el territorio más oriental de España, ha conseguido que su turismo crezca de forma sostenible, como no supo hacer Mallorca y está tratando de corregir Ibiza. A pesar de que algunos grandes hoteles, aun en su blancura, rompen la línea terrosa sobre las playas, la ocupación ha tratado de molestar lo menos posible a la naturaleza. Los precios de los alojamientos, más elevados que en sus hermanas, han contribuido a que no lleguen los viajes de farra y borracheras.

Y si, más que en ningún otro punto de la isla, hay un lugar donde esas playas han conservado su esencia impoluta, es en el litoral septentrional. Todo el cuarto noreste de Menorca está enmarcado en el espacio protegido de s’Albufera des Grau, que puede contemplarse en toda su verdosa magnitud desde el promontorio de Monte Toro, cercano a la carretera que cruza horizontalmente la isla, casi en su centro, junto a Es Mercadal.

Del Parque Natural hacia el oeste, apenas se encuentran grandes poblaciones y centros balnearios. Justo en el borde del área protegida emerge el Arenal d’en Castell. Con sus hoteles y apartamentos magistralmente encastrados en las paredes que descienden hacia las límpidas aguas, sólo un par de mastodontes en la cima son capaces de manchar el paisaje. Aunque, si miramos de la arena al mar, es muy sencillo ignorarlos. La transparencia del Mediterráneo, en este rincón privilegiado, ofende a los ojos entrecerrados.

Para pueblo con encanto, se puede decir que incluso capital del norte menorquín, tenemos Fornells, situado en la angosta entrada a un golfo poblado de veleros. Conserva toda la magia de una villa pesquera y un centro de casas blancas y calles peatonales, si bien el puerto es hoy hogar de numerosas embarcaciones de recreo más que de barcas de madera. En sus plazuelas de ritmo pausado, los aperitivos tienen mejor sabor. Y las tapas de pescados y mariscos gozan de la garantía «del barco al plato».

Las carreteras comarcales que serpentean el cabo están salpicadas de arenales de diverso tamaño, las llamadas «Playas de Fornells», entre las que destaca por su extensión y servicios de hostelería Cala Tirant. Pero sin duda la más hermosa de todas las playas del norte la tenemos que buscar, culebreando, un poco antes de llegar a la pequeña cala y puerto de recreo de Cala Morell: se trata de la Cala Algaiarens. Sin cobertura de telefonía y los restos de una antigua caseta de pescadores como única construcción en el horizonte, la habilitación de aparcamientos a algunos cientos de metros del mar han permitido preservar su virginidad. Su arena rojiza y su paseo entre dunas y arboledas convierten Algaiarens en un verdadero trozo de paz material. Sólo hay que cuidarse de llevar suficiente agua fresca y algunas provisiones.

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