Los caballitos que comían pescado crudo

La cocina peruana se ha ganado poco a poco el reconocimiento internacional del que hasta hace apenas una década no gozaba. Es más, era prácticamente una desconocida. Hoy se sitúa sólo por detrás de la francesa y la española, y con un potencial aún por explotar, pues si algo tiene la gastronomía peruana es su originalidad, su exotismo en ingredientes y combinaciones con respecto a la manida y quizás hoy sobreinventada cocina europea. Cada región peruana es un tesoro inexplorado, pero si hay un plato de referencia en todas las cartas, a excepción de la zona interior andina, es el ceviche.

Si bien todos los países de la costa americana del Pacífico, desde México hasta Chile, preparan y consumen este plato que consiste en marinar pescado o marisco crudo en aliños cítricos (lima o limón principalmente), se considera a Perú la cuna del ceviche, aunque, como ocurre con el pisco -la bebida nacional peruana-, su autoría es disputada por países circundantes, como Chile. La mayoría de las fuentes, sin embargo, dan por seguro que es en Perú donde nació, y más concretamente en una aldea al norte de la bella y colonial Trujillo: Huanchaco.

La cultura Moche fue una de las tantas precolombinas que habitaron la costa peruana y que ha legado una rica cerámica y construcciones. Eran extraordinarios pescadores, y a los mochicas se les atribuye la técnica del ceviche. El principal puerto de la región y balneario de obligada visita en la provincia es Huanchaco. Además de haber convertido sus costas en sede permanente de grandes competiciones surferas, Huanchaco ofrece una silueta más que pintoresca.

Los pescadores de este turístico pueblo continúan saliendo a la mar en sus legendarias embarcaciones, los «caballitos de totora». Quizás la navegación en esta especie de canoa marina se parezca más a una antigua práctica del surf que a la pesca tradicional. Sobre estas balsas entretejidas con las ramas de los totorales o humedales desde hace más de tres milenios, los huanchaquinos ya antes de nuestra era no sólo pescaban, sino que extraían el cochayuyo, unas algas rojas utilizadas como guarnición del pescado marinado.

Los caballitos descansan al atardecer sobre la arena de Huanchaco, cuando los pescadores terminan su jornada. Nos ofrecen la estampa más bella del balneario, pero no es el mejor momento para pasear por la orilla. En grupos y fumando, piropean a las turistas sin compañía masculina hasta llegar incluso a molestar. Nada mejor que escapar de ellos internándose en el mar por los vetustos espigones. Desde allí, el perfil de Huanchaco es idílico, con los caballitos y la iglesia colonial de la Virgen del Socorro.

La visita a Huanchaco es la meta o la partida de una excursión mucho más completa: el recorrido por las huacas mochicas y chimúes. Chan Chan, con sus huacas (templos piramidales precolombinos de esta zona del norte de Perú) Esmeralda, Arco Iris, y del Sol y de la Luna, es el más impresionante de los yacimientos del área. No sólo sobreviven las construcciones, sino sus impresionantes mosaicos y pinturas. Una riqueza cultural y arqueológica eclipsada por la impresionante herencia incaica.

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