La inmensa pared de hielo del glaciar Perito Moreno merece el viaje y las esperas
Da igual cuánto hayamos visto o leído sobre el Perito Moreno y los glaciares de la Patagonia. La sensación de tener la pared helada del Perito Moreno enfrente no aguanta comparación con nada de lo vivido hasta entonces.
No importa que tengas que hacer cola para ingresar al Parque Nacional de los Glaciares… el frontal del glaciar más famoso del mundo es tan inmenso que hay lugar para la soledad de cada uno de sus visitantes.
Lo ideal es dedicarle al menos dos días al Parque Nacional de los Glaciares. ¿Cuándo viajar a ver los glaciares? Pues hay que tener en cuenta que, cuanto más avanza la primavera austral, más lagos podremos recorrer por estar transitables.
El Lago Argentino: descubriendo los icebergs
Esa es precisamente mi recomendación, comenzar con los lagos. Si nos situamos el primer día frente al glaciar Perito Moreno, nada nos impresionará ya. Sin embargo, el crucero por el Lago Argentino es una experiencia de primer orden, que merecería por sí misma las tres horas y media de vuelo desde Buenos Aires.
Cuando vas dejando los pequeños (o no tan pequeños) icebergs al costado, te da la impresión de estar atravesando el mar en un rompehielos. Sensación que acrecienta el gélido y cortante viento en la cara. Durante el trayecto, disfrutarás de las primeras paredes heladas, que te parecen en esa primera toma de contacto imponentes y casi hasta infinitas.
El Perito Moreno, el glaciar de los glaciares
El Perito Moreno se lo come todo. Nada más llegar, nos desviaron hacia un lateral. Allí, en un rellano de tierra, nos explicaron cómo deberíamos colocarnos los crampones, cómo caminar con ellos, cómo subir y bajar cuestas manteniendo el equilibrio y qué NO debíamos hacer nunca. Tras un corto paseo, llegó el momento de ponérselos.
La sensación de pato mareado se disuelve al mirar a tu alrededor y darte cuenta de que, sí, eres un pato, pero estás dentro de una bandada. Fui la primera en recibir mi par de botas. ¿El motivo? El guía que se metió en el papel de malote decidió que yo era la enchufada por llevar un buzo (forro polar) de Independiente.
Durante mi viaje a la Patagonia, creció mi identidad de “diabla” que había nacido solo unos días antes al elegir en Buenos Aires el polar que mejor me quedara y que no fuera ni de Boca ni de River ni de ningún equipo europeo.
Caminar sobre un glaciar: el Perito Moreno está vivo
No solo te acostumbras a caminar sobre el hielo y avanzar poco a poco hasta darte cuenta de que estás rodeada únicamente de blanca masa azulada, sino que, al regreso, te cuesta acomodarte nuevamente en los zapatos. Tanto como olvidar dónde has estado.
Entonces, te dan el golpe definitivo: te ponen delante de la pared vertical del Perito Moreno y ves dónde estuviste, lo que caminaste, y te sientes estúpida y diminuta. Y, frente a ti, kilómetros y kilómetros a lo largo, decenas y decenas de metros a lo alto… el puente que se parte y desaparece una vez cada tanto (la última, por entonces, era una fecha muy significativa para los españoles, el 14 de marzo de 2004).
El glaciar del Perito Moreno está vivo, y lo comprobarás en los trozos que verás partirse y caerse a plomo. Parecen mínimos, pero no solo son mayores que tú, sino que te matarían si estuvieras debajo. Y entre las miles y miles de formas caprichosas que puedes observar durante horas, la veta azul incandescente que me eclipsó.
Postre: durante el paseo sobre el Perito Moreno, los guías arrancarán hielo del propio glaciar y te servirán, como nunca, un whisky en las rocas.
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