Isla, en las Siete Villas de Cantabria, tiene playas que se unen en una sola en bajamar y otras que la pleamar se come por completo
Isla, en la costa oriental de Cantabria, está ensombrecida por las playas de Noja, Santoña y Laredo. Tres pueblos mucho más conocidos fuera de la propia Cantabria y de los miles de vascos que veranean en Isla.
Isla es duplicidades: pueblo del municipio de Arnuero, es una de las «villas» de las Siete Villas de Trasmiera, que ni son siete villas ni siete concejos. Isla es doble: es Isla pueblo, en el interior; e Isla playas, obviamente, en la costa.
Isla es un constante antes y después. Un antes y un después del verano, con las calles y terrazas bulliciosas y los hoteles llenos, y un pueblo fantasma cuando amarillea el otoño. Y un antes y después de las mareas.
Porque Isla está plagada de pequeñas playas que la marea se come o que, al retirarse, se unen en una playa enorme que empalma con las de Cuarezo y Ris, en Noja.
El Sable, Los Barcos y Cándano, de miniplayas a megaplaya
Según la ría de Queijo o de Joyel se acerca a su desembocadura, forma en su margen izquierda pequeñas playas. Arriba, cercana a la marisma de Joyel, la playa de la Cava, la más interior y pequeña. En pleamar, es un simple pasillo de arena y una poza para darse un baño o sacar las canoas.
Ya en pleno pueblo, la playa del Cándano cuenta con trocitos de arena entre hermosas formas rocosas y la playa de los Barcos, con estos amarrados al lateral izquierdo, es poco más amplia. Ambas desaparecen con pleamar, llegando el agua hasta el murete, especialmente con las mareas vivas de verano.
Son muchas las playas cantábricas que reciben su nombre por influencia de la palabra francesa para la arena, «sable»; bien con esta denominación o con «sablón» u otros derivados. También en Isla la playa principal se denomina así.
La playa del Sable es la más concurrida y apacible, en el centro del pueblo. Su recodo de arena la salva de desaparecer por completo con la inundación de la pleamar y su suelo es completamente llano y arenoso. Es entonces, con el agua alta, cuando todo tipo de deportistas, sobre todo en canoa o en la tabla de pádel-surf, se aprovechan de la habitual mansedumbre de las aguas.
La bajamar en El Sable es como si le quitamos el tapón a la bañera de casa. Esta playa, larga y estrecha, es un tubo de agua plácida y casi siempre sin oleaje que se vacía por completo al retirarse el mar.
Donde antes nadábamos sin tocar fondo, queda solo arena. Las rocas que marcaban el inicio de alta mar, son ahora la orilla de una nueva y única playa. Porque, de pronto, la pared derecha de rocas se vuelve una orilla estrecha que se une con Cuarezo y la famosa playa de Ris, de Noja.
En ese momento de bajamar, mucho más con las mareas vivas, la única agua que queda en Cándano, Los Barcos y El Sable es el pequeño riachuelo que baja de las marismas de Joyel, la ría exigua sin la inundación mareal. La postal del extenso arenal y sus recodos es impresionante.
La pequeña playa de las catedrales de Isla: un bosque de pináculos y cuevas
Otra de las sorpresas de la bajamar entre El Sable y Cuarezo es la aparición de un bosque de rocas. Parece una pequeña playa de las Catedrales, con pináculos y hongos entre los que pasear por sus pasillos de arena.
La marca de la pleamar y los embates del oleaje se ven claramente en el desgaste de las paredes de El Sable. En su parte baja, lo que antes era invisible ahora son covachos y charcas.
Mientras, la arena de El Sable parece un espejo. Todo lo que cubría el mar es en baja un reflejo del agua. La superficie es tan fina que la humedad sigue cubriéndola y apenas una huella provoca que el mar resurja bajo la arena.
La ría y las marismas de Joyel
Más arriba de la playa de la Cava, remontando el curso del agua, llegaremos a las marismas de Joyel. Son las más occidentales de las tres que forman el Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel.
Desde Isla playa, una senda peatonal junto a la carretera nos lleva hacia varios puntos de observación.
El más espectacular es el que preside el molino de mareas, restaurado como centro de interpretación. El molino de Santa Olaja, también conocido como Santa Olaya o Santa Olalla, aún puede funcionar.
Las pasarelas de madera cubren las marismas y los bancos de arena que deja la bajamar. Los amantes de las aves tienen en este rincón un puesto de observación privilegiado. O, si no, en el centro de recepción de visitantes del llamado «Ecoparque de Trasmiera», la Casa de las Mareas.
Playa de Arnadal, la otra playa de Isla
Aunque Isla vive mirando a la ría, aún quedan dos playas más. Ambas están en torno al «ovni» de Isla. El edificio llamado oficialmente «La Caseta» es tan horrendo como característico del pueblo. Ya no se entendería la postal de El Sable sin ese armatoste en primera línea que solo favorece a los que disfrutan de sus balcones al mar.
Del «ovni» parte un sendero por los acantilados, a la orilla izquierda de El Sable. Entre sus rocas hay pozas que, sí, efectivamente, también desaparecen en bajamar, y a las cuales está prohibido lanzarse, pero mucha gente hace caso omiso de ello.
A la izquierda del paseo, hay un pequeño arenal sin nombre, llamado también El Sable por algunos, o, simplemente, la «playa a mar abierto» de Isla. Es un coqueto rincón que prácticamente también se queda sin arena cuando sube la marea.
Por último, la playa de Arnadal, también llamada «playa de los Franceses», se encuentra unos metros detrás del «ovni». Es la playa anexa al cámping de Isla y es la más salvaje de todas las playas de Isla. Incluso su acceso, sin dificultad, es ligeramente más escarpado, al quedar el arenal en el fondo de los acantilados. Sus aguas son más abiertas.
Hacia Ajo: la ría de Castellanos y la inmensa playa de La Arena
Desde las playas de Isla hay unos cuantos kilómetros a Isla pueblo. Su centro histórico está declarado Bien de Interés Cultural. Entre el puñado de calles pétreas que lo componen, destacan dos edificios: la iglesia de San Julián y Santa Basilisa; y el palacio de los Condes de Isla-Fernández.
Y, desde Isla pueblo, en otros pocos kilómetros nos plantamos en La Arena. Esta es la playa más alejada de ambos núcleos. La desembocadura del río Campiazo se abre hacia el Cantábrico en la ría de Castellanos o ría de Ajo, muy cercana ya al cabo homónimo.
El río deja algunos bancos de arena en la margen izquierda y forma un inmenso playón en la derecha. Con marea baja, la línea de mar queda al fondo, a ras de costa, y toda la ría queda cubierta de arena.
No es por espacio ni por arena… la única pega de esta playa que ronda lo infinito es la enorme caminata que daremos por el agua hasta conseguir que nos cubra hasta el cuello. Otro cámping está disponible en La Arena.
Monte Cincho y el senderismo en Arnuero y alrededores
No, Isla no es solo playas. Es, sobre todo, playas, pero no solo. Vigilando las marismas de Joyel, el pueblo y las playas, se yergue el Monte Cincho. Su ascenso, a tramos escarpado, se inicia desde la falda trasera. Entre las vistas, por ejemplo, una panorámica de Isla pueblo con la iglesia de San Julián y Santa Basilisa dominando la fotografía.
Desde Isla al inicio de la ruta, contaremos con una senda peatonal bien definida junto a la carretera que parte de la CA-449. De hecho, muchas de las carreteras del área del cabo de Ajo cuentan con esta perfecta adaptación a las necesidades de los senderistas.
Una última actividad ajena a la playa es la posibilidad de comer entre animales y pasear en dromedarios. Lo encontraremos en Evecan Safari Aventura, en la pequeña pedanía de Soano, ya camino a Noja.