Vai, en la península de Kyriamadi, la playa más remota del este de Creta
En la esquina más oriental de Creta, la península de Kyriamadi, con un tramo final de carretera absolutamente artesanal y a dos horas y media de la capital, Heraklion, a pesar de los 150 kilómetros de distancia, llegamos a Vai. Es la playa más remota por estas latitudes cretenses, como lo es Balos en la otra esquina norte de esta isla rica en rincones difícilmente accesibles.
Pocos de los turistas que visitan Creta incursionan más allá de la bahía de Mirabello, capitaneada por la capital regional, Agios Nikolaos, salvo que este sea su destino principal. Por eso la playa de Vai, dentro de las playas insignia de la isla, recibe menos visitantes que la mencionada Balos o la joya cretense, Elafonisi, más cercanas a Chania o La Canea, verdadera urbe turística de Creta, capital histórica y sentimental, por encima de la actual Heraklion.
La bahía de Mirabello y el lago Voulismeni desde el balcón de Agios Nikolaos
Agios Nikolaos domina la bahía de Mirabello y es poco más que un pueblo grande, con paseos costeros sembrados de tiendas y restaurantes, unas preciosas vistas a los islotes de Agii Pantis y Mikronisi hacia el horizonte y, sobre todo, un popular y concurrido lago interior. El lago Voulismeni, antiguamente de agua dulce, fue poco a poco viendo cómo se rompía su separación con el mar y hoy es un lago de agua salada conectado con el mar de Creta bajo el puente que une sus dos orillas. Manso y de suave forma redondeada, a pesar de parecer pequeño, sus aguas alcanzan una profundidad de casi 50 metros. Más cercana que Vai, quienes opten por Agios Nikolaos tienen en Almyros una bonita y pequeña playa de arena en el extremo sur de la ciudad.
Si volvemos a Agios Nikolaos desde Vai, aún encontramos algunas playas más, como la enorme bahía de Sitía; la hermosa línea del horizonte con Mochlos, el islote homónimo enfrente con un yacimiento de la Grecia minoica, y la de Psira hacia la bahía; o la reluciente iglesia Agios Fotiní, a pie de carretera dominando el pueblo y bahía de Pacheia Ammos.
El terrorífico pasado de Spinalonga, la colonia de leprosos de Grecia
Pero, si hay algo que hace particular esta esquina de Creta no es su hermoso puñado de playas, sino Spinalonga o Kalydon, en griego. Esta gran península, unida casi con un hilo al bonito pueblo de Elounda, crea un pequeño mar a cuya salida se encuentra la isla del mismo nombre, Spinalonga, con su fortaleza, capital de la historia negra de Creta. Spinalonga, a pesar de su belleza, alberga un pasado de terror, como lugar de confinamiento de los leprosos.
Este confín fue tierra firme hasta el dominio veneciano, que la separó artificialmente de la costa y construyó una fortaleza para defender mejor la bahía y sus salinas de los ataques turcos y piratas. Este fuerte, junto con Gramvoussa y Souda, sobrevivió a la primera conquista otomana medio siglo más que el resto de la isla y aquí se refugiaron cientos de cretenses por el miedo a los turcos. Papel cambiado durante la revuelta cretense de segunda mitad del siglo XIX, cuando esta y la fortaleza de Ierapetra se convirtieron en el hogar de cientos de colonos turcos que temieron la represalia cristiana. Fueron los dos únicos puntos no capturados por la revuelta cretense. Pero, en las dos décadas siguientes, los turcos fueron poco a poco abandonando la isla.
Al quedar vacía, Spinalonga recibió la función por la que hoy es conocida: durante medio siglo, albergó una colonia de leprosos. El sitio está perfectamente conservado, tanto la vieja fortaleza como las instalaciones para los enfermos: hospital, cementerio, escuela, casas… La mejor forma de llegar a la isla es desde el precioso pueblo de Plaka, enfrente. Ni un kilómetro separa ambas costas, unidas hace cinco siglos. También hay barcos, que tardan más, desde Elounda o Agios Nikolaos.
Los últimos tiempos de Spinalonga y la destrucción de las pruebas de la vergüenza
Spinalonga fue el último lugar de Europa de confinamiento de enfermos, la mayoría de ellos secuestrados, despojados de sus bienes y olvidados aquí «para proteger a los sanos». Por entonces, la lepra aún se consideraba una enfermedad incurable. En 1933, durante el máximo apogeo de la colonia, llegó a contar con 1.000 habitantes/enfermos. La llegada del estudiante de Derecho Remoundakis, diagnosticado en Atenas y llevado a Spinalonga, cambió el día a día de la isla. El joven, con una alta formación, fundó en 1936 la Hermandad de los Enfermos de Spinalonga, que consiguió mejoras para los habitantes de la isla y hasta fomentar negocios. Fue así como nacieron la escuela, la iglesia y hasta varios cafés.
Con el descubrimiento de la cura para la lepra en 1948, el gobierno griego comenzó el tratamiento de los enfermos en la isla y su traslado al continente. Grecia borró todos los registros documentales de la colonia de la vergüenza. Hoy se pueden ver documentales sobre este capítulo negro de la Historia Contemporánea. El mejor libro, novelado, es de Victoria Hislop, especializada en novelas históricas sobre Grecia y Chipre, como ya recomendé sobre Famagusta. El libro, «La isla», «The island» en el original inglés, en francés tiene el título que da la mejor idea de su contenido, «L’île des oubliés» (la isla de los olvidados).