Kotor, el cálido fiordo del sur

El curso hundido de un río le ha dado a Kotor el sobrenombre de fiordo

No es un fiordo, como a los montenegrinos les encanta presumir, pero sin duda lo parece. De hecho, se asemeja mucho más a un fiordo escandinavo que a un cañón como su compatriota el del Tara. Sin embargo, se trata del curso de un río, el Bokelj, hoy desaparecido y con su cauce final inundado por la erosión y los increíbles procesos kársticos que nos regalan los Balcanes.

A la bahía se la conoce también como «Bocas de Kotor«, pues desde su apertura al Adriático, fronteriza con Croacia y flanqueada por dos fortalezas en cada extremo, además de otra en una isla intermedia, se va ramificando en varios golfos, siendo el de Kotor el último y más estrecho.

Kotor: un monte negro y una cueva azul

Puerto codiciado por las grandes potencias navieras de la Edad Moderna, Kotor ha vivido presencia occidental y oriental, siendo la veneciana la que más huella ha dejado en sus ciudades, aunque parece ser que fue la corta dominación española de la zona la que le dio su nombre internacional al país, por la visión que desde el golfo se tiene del final de los Alpes Dináricos.

Las vistas desde la carretera al Parque del Monte Lovćen son sobrecogedoras, pero no lo es menos recorrer sus recodos en barco. Desde lo alto de las curvas, se alcanza a ver claramente no solo toda la bahía, sino también el Adriático tras ella; además, al atardecer, con el sol al frente, las aguas se tiñen de un dorado mágico. La bahía de Kotor parece una mano con todos sus dedos abiertos y estirados. Y con secretos, como búnkeres para alojar los submarinos del mariscal Tito, cuya entrada se ve desde las aguas, o la impresionante Cueva Azul, en cuyo interior se puede nadar como en un sueño turquesa, muy similar a la Gruta Azul o Blue Grotto de Malta.

La bahía se puede recorrer por carretera, bordeando los 107 kilómetros de costa y subiendo y bajando los montes que en su día construyeron el valle, o en barco; o con una combinación de ambos. Ya que, como ya he mencionado, las vistas más espectaculares, que permiten ver el falso fiordo en su conjunto, se dan desde las laderas del Monte Negro.

La isla artificial para erigir Nuestra Señora de las Rocas

Por mar, se podrá disfrutar de la mínima isla Nuestra Señora de las Rocas, (Gospa od Škrpjela en serbocroata), frente a la ciudad de Perast, construida de forma artificial con rocas y restos de barcos en el lugar donde, se dice, la virgen tuvo una aparición milagrosa.

Por ello, se fabricó esta isla, para erigir sobre ella una iglesia en honor de la virgen. Obra faraónica, teniendo en cuenta que nos remontamos a 1632. Una de las imágenes más espectaculares del interior de la iglesia es un cuadro bordado con cabello natural de una mujer que esperaba a su marido marinero. Se ve cómo, con el paso de los años, va cambiando el color del «hilo» a cano. El hombre nunca regresó. Frente a esta isla artificial, el monasterio benedictino de San Jorge ocupa casi toda la superficie de otro islote, el de Sveti Dorde (San Jorge), natural en este caso.

De entre todas las bocas, Kotor roba el protagonismo

La bahía se encuentra salpicada de antiguas ciudadelas y palacios que han dado lugar a núcleos de población con centros históricos muy ricos artísticamente y foco de turismo para Montenegro; de hecho, y por su cercanía con Dubrovnik, es el único de los parajes montenegrinos visitado masivamente por europeos occidentales. Si bien Herceg Novi y sus fortalezas -especialmente la del mar, Forte Mare-, Tivat, Perast o Prcanj tienen gran atractivo, la perla de las Bocas es precisamente la ciudad que le da nombre: Kotor.

Resguardada de los ataques por mar gracias a los múltiples quiebros de la bahía, y protegidas sus espaldas por las inexpugnables faldas del Lovćen, han permanecido impertérritas sus riquezas arquitectónicas y la muralla, que enmarca un entramado de calles que la convierte en una pequeña Dubrovnik croata o Piran eslovena.

Entre callejones y plazuelas sobresale la silueta de la catedral de San Trifón, vigilada desde la cordillera. Construida en el siglo XII, es una de las dos catedrales católicas de todo Montenegro. O la iglesia de San Lucas o Sveti Luka, con su característico campanario ennegrecido, es el único edificio que no sufrió daños importantes durante el terremoto que asoló Yugoslavia en 1979, con epicentro en el sur, en Ulcinj, y que dejó 200 muertos y 12.000 heridos. Esta iglesia es símbolo de la coexistencia pacífica entre católicos y ortodoxos en la zona.

Aunque nació como el más antiguo templo católico de Kotor, los turcos instalaron después un altar ortodoxo; sin embargo, siguieron permitiendo la entrada del resto de creyentes. Hoy, alberga ambos altares y ambos cultos. Y, de entre las plazas, destaca, sobre todo, la de Oruzja, nuestra primera visita entrando desde la puerta del mar, y en la cual destaca, entre otros edificios históricos, la maciza torre del reloj.

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