Elafonisi, la playa de arena rosa, paraíso de Creta

Elafonisi, la playa de arena rosa de Creta, Grecia

Elafonisi, la duna más espectacular de Creta

Hacía mucho tiempo que ningún paraje me sobrecogía tanto a primera vista como el momento de toparme frente a frente con la excelsa belleza de Elafonisi. Reducirlo a decir que se trata de kilómetros cuadrados de fina y blanca arena dunar bañada por mansas y cristalinas aguas turquesas es banal y hasta falaz.

Porque la maravilla de arribar a Elafonisi comienza, como todo gran acontecimiento, en el camino. Cuando en Kissamos casi termina por occidente la costa norte de Creta, plagada de pueblos lineales con un encanto inversamente proporcional a la concentración de tiendas de flotadores y chiringuitos que ocupan hasta la más mínima lasca que se adentra en el mar, comienza una curvosa y empinada carretera de 40 kilómetros hacia la punta suroeste de la isla. A veces mejor asfaltada y más ancha; y las más, angosta y bacheada, la ruta atraviesa decenas de pueblos -Elos, el mayor y recomendable para comer a la ida o a la vuelta- con una extraña mezcla mediterránea y alpina.

La caprichosa geología de Creta

Porque, contra la creencia de muchos, Creta no es una isla de extensos arenales y suaves colinas sembradas de olivos y viñedos. La mayor isla de Grecia, y una de las mayores del Mediterráneo, casi como algunos países centroeuropeos o balcánicos, es, sobre todo, montañosa. Eso dificulta enormemente las comunicaciones, especialmente del norte con y un sur casi despoblado, que regala a los ojos unos desfiladeros y gargantas únicos. Samaria, de hecho, es, con sus 12 kilómetros de longitud, la garganta más larga del continente.

Entre paradas en los miradores, zumo de naranja recién exprimido a pie de carretera, esquivar los rebaños de cabras y probar algún orujo patrio en los tenderetes de los arcenes con la promesa de que es solo un suave licor, comienza el serpenteante descenso con el azul cobalto al fondo hasta empezar a bordear la costa hacia la izquierda y terminar por una pista de tierra.

La postal no tiene descripción verbal. O sí: Elafonisi. Estalla el dilema entre rebozarte ya en la arena, zambullirte para romper la insultante quietud del agua o pasear para tratar de abarcar tanta belleza.

La arena rosa de Elafonisi la convierte en una playa única

La arena, blanca y fina que llega de las dunas, donde está salpicada de una rica flora autóctona, es en la orilla más rosa, mezcla de años y años de molienda de conchas marinas y restos de corales. Es la única playa rosa pública en Europa, ya que la otra, en Cerdeña, fue vendida hace años a un millonario. Hay algunos granitos rosas en las orillas de otras playas de la zona, como en Stavros, península de Akrotiri, pero no los suficientes como para colorear la orilla. El resto están en el sureste asiático o el Caribe. En Elafonisi la arena es también, a trazos, negra, por la suave gravilla que las minúsculas olas depositan en la orilla.

Elafonisi es una vasta extensión protegida de dunas blancas bañadas a babor y estribor por el Mediterráneo más luminoso. Se une por una inmensa charca donde el agua nunca cubre más allá de las rodillas, con un islote que hace las veces de vigía. Y, por el camino, entre los primeros y más turísticos retazos de arenal y ese final, decenas de diminutas calas donde la paz es la única palabra que puede dibujarse con el pie.

A primera hora de la mañana, a pesar de las nubes que aún no han acabado de elevarse sobre las montañas, es el mejor momento para recorrer todo el paraje, aún sin ajetreo. A mediodía, con el sol en todo lo alto y el agua creando fantasías de color, mejor dejar la cámara a buen recaudo y abrigarse en el ligero frescor turquesa.

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