Zaragoza, capital del Ebro

Es el templo barroco más importante de España, y su silueta al atardecer, a lo lejos, con el Ebro fluyendo ante él, es la imagen más característica de esta ciudad: Zaragoza, con su pequeña Virgen del Pilar dentro de una basílica descomunal que adquirió el título de catedral-basílica. En el pilar de jaspe, supuestamente, se le apareció al Apóstol Santiago la Virgen María, y de ahí su advocación.

Ni nace en Zaragoza ni desemboca, pero la capital maña es sin duda también la capital del Ebro. A medio camino entre Madrid y Barcelona, y parada obligada del corredor del Cantábrico al Mediterráneo, es una de las pocas ciudades cada vez más pujantes del interior.

La Basílica del Pilar tiene dos vistas espectaculares: al completo, desde la otra orilla del Ebro; mágica, con su cúpula principal al fondo de la calle icónica de Zaragoza, la Alfonso I o, simplemente, «calle Alfonso». Las torres, que pueden visitarse, ofrecen una impresionante panorámica de la ciudad.

Un hermoso centro histórico, ligado a su origen romano como Caesaraugusta y a su situación fluvial, queda a veces eclipsado por la basílica. A pesar de la monumentalidad de El Pilar, la catedral de origen medieval de la ciudad y sede del Arzobispado es la del Salvador o la Seo. Mirarla desde el otro lado de la fuente nos regala una perfecta fotografía en espejo. De su pasado más lejano, podemos visitar cuatro museos ligados al esplendor romano, de entre los cuales destaca el Museo del Foro Romano, aunque también disponemos de las termas, el teatro y el puerto fluvial.

Otros vestigios históricos de Zaragoza, ya más cercanos, son los restos de la muralla, la lonja o el palacio de la Aljafería, joya del arte islámico, erigido durante la conquista árabe en la Alta Edad Media y considerado popularmente «la pequeña Alhambra», con sus impresionantes arcadas, el Salón Dorado y el Patio de Santa Isabel. Los amantes de la escultura, por su parte, encontrarán en el palacio de Argillo su rincón perfecto, con la obra de Pablo Gargallo.

Sobre la médula espinal de la ciudad, el Ebro, cruzan varios puentes, pues el río divide Zaragoza en dos. Pero el más señorial y de solera es el Puente de Piedra, que ofrece una panorámica sobre El Pilar que va cambiando en función de cómo avanzan las horas del día y se reflejan en la piedra.

El río y el agua fueron los protagonistas de la Exposición Universal de 2008, que ha dejado edificios simbólicos tras su paso, como las 23 plantas de la Torre del Agua, de 76 metros de altitud.

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