El cementerio feliz de Sapanta: la alegría de morirse en Rumanía

Epitafios artísticos del cementerio "feliz" de Sapanta, en la frontera con Ucrania

El cementerio feliz de Sapanta: el pueblo del norte de Rumanía donde celebran la vida de quienes acaban de morir

El «cementerio feliz» de Sapanta (una suerte de pronunciación de shapúnta) está en el norte de Rumanía, en el límite con Ucrania. En ese lugar, se da el salto a la muerte con una sonrisa. Se trata del pueblo de Sapanta. Allí, un par de centenares de tumbas dan colorido y alegría a un lugar que suele caracterizarse por su aspecto lúgubre.

Todo comenzó en la primera mitad del siglo XX, cuando un artesano del pueblo decidió recrear con vivos colores un momento característico de la vida del finado y el momento de su muerte. Además, se acompaña todo ello de un epitafio poético sembrado de sorna e ironía para recordar al muerto con humor.

Paseando entre las tumbas, uno se da cuenta de que, a pesar de seguir un mismo patrón, cada una es una obra única. Es curioso, aunque no me extraña habiendo comprobado cómo conducen allí, cuántas muertes son representadas por un atropello.

Y especialmente aguda es la tumba de la que debió de ser la prostituta del pueblo, representada sólo con un tanga y unas botas rojas, y las manos cruzadas sobre el pecho. Encontramos borrachos, médicos, taberneros… Nunca nada tan frío como una lápida de mármol blanco con un nombre y una fecha en tipografía homogénea. Parece que la muerte no es triste en este rincón de la región de Maramures.

Los Maramures, el último confín de Rumanía, la región más rural y más auténtica

El resto del pueblo ofrece la fisionomía de una aldea artesana, con construcciones de madera. Las carreteras aquí son tortuosas, puesto que la mitad del territorio es alta montaña. La silvicultura es parte importante de su economía, y por ello es tan común tener que adelantar kilométricos camiones cargados de troncos en caminos casi sin asfaltar, sin rectas y angostísimos.

La capital, Baia Mare, está muy lejos de ser todo lo que su idílico nombre parece indicar. Ni hay bahías ni hay mar. Significa «mina grande» y, exceptuando la plaza principal y la basílica, es una ciudad fea, sucia y sin encanto.

La cultura y tradiciones de Sighetu Marmatiei, parada en el tiempo

Sí tiene encanto de sobra la otra ciudad de la región, Sighetu Marmatiei. No solo en su centro, sino en el extenso museo etnográfico al aire libre, donde está recreado un pueblo al completo, con sus artesanas y ancestrales construcciones de madera. Como anécdota de nuestra visita a la ciudad, el hotel.

Además de contar con personal no especialmente espabilado ni agradable, el interior del único hotel del centro de la ciudad se asemeja a un siniestro psiquiátrico con sofás quizá convertidos en reservas faunísticas. Pero, sin duda, lo mejor es la ducha que no aparecía… era «tan fácil» como tirar del grifo del lavabo, que se convertía en ducha.

Obviamente, ni cabina ni cortina ni nada. Después de ducharte, el baño quedaba inundado hasta el día siguiente. En este recóndito rincón excéntrico en países ya de por sí fuera del centro, da la impresión de que proporciona más felicidad morirse… que ducharse.

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https://laurifog.wordpress.com/2014/06/03/lacu-rosu-cementerio-de-arboles/
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