En el estado brasileño de Bahía, la de San Juan no es la noche más corta… porque tan cerquita del ecuador, días y noches apenas difieren en duración a lo largo de todo el año. En una de mis veladas favoritas del año, no quiero pensar en el peor capítulo de todos mis viajes, en Salvador, por eso este post se lo dedico únicamente a la idílica isla de Morro de São Paulo.
En esa terraza, en esa hamaca, pasé una de las noches más amargas de mi vida, pero también celebré los goles de España contra Chile y tuve las mejores vistas del amanecer.
A base de caipirinha hecha delante de mí con zumo de acerola (una cereza local), celebramos San Juan sólo con otros dos blancos. Fui durante tres días la única europea de la isla… y también fue el único viaje de mi vida en el que no me encontré con ningún español.
El mar idílico lo es sólo en superficie. Bajo este plato, traicioneras rocas impiden un baño tranquilo. Es la playa Dos. La más parecida a las del Caribe, la Cuatro, se encuentra al final de la línea de costa, aislada. Tanto, que a esos dos únicos argentinos con los que celebramos San Juan los asaltaron con un facón por una simple cámara de fotos.
Así recuerdo Brasil… con una permanente sensación de inseguridad. Pero durante tres días, asemejó un paraíso. Hoy que recuerdo más que nunca las calles desiertas de Salvador mientras jugaba la Canarinha… he vuelto a casa por un Gijón desierto. Porque… antes no pasaba, pero ahora España es la campeona. Y si se repiten tantas cosas de 2010… ¿por qué no también ésa?
Esta noche pediré una caipirinha para llamar a la suerte…