El lago Starnberg o mar de Baviera es el último reposo de Luis II, el rey megalómano de los palacios y castillos
El plácido lago Starnberg no es solo el llamado mar de Baviera, sino también el último reposo de uno de los personajes más controvertidos de la historia bávara: Luis II. Su agitado y artístico reinado dio para mucho, sobre todo en música y arquitectura. Pero Luis II de Baviera acabó su reinado de forma traumática. Aquí, a orillas del idílico lago Starnberg.
Retirado a su reposo en el mismo lugar donde pasó los mejores momentos de su infancia, una noche salió a pasear con su médico, el mismo que le había diagnosticado días antes su esquizofrenia paranoide. Nunca más volvieron. Ambos murieron ahogados… y todo parece indicar que no fue precisamente un accidente, sino una forma “elegante” de deshacerse del molesto monarca.
Cómo llegar al lago Starnberg desde Múnich
Para llegar a este pequeño refugio desde Múnich, se tomará el tren hasta la localidad homónima, Starnberg, en el norte del lago. Un autobús nos lleva hasta el barrio de Kreuzberg. Bajando por la ladera, ganamos la orilla. Una hilera de propiedades privadas nos impide acceder a ella. Tendremos que hacerlo caminando hacia la derecha, nuevamente en dirección al pueblo, siempre viéndolo en la lejanía.
Luego, atravesaremos un pequeño bosque por el cual sí podremos llegar a mojarnos los pies. A finales de febrero, aún nos llevaremos restos de nieve en las suelas. Sin embargo, un limpio sol me acompañó en el paseo, y convirtió cada foto en una postal.
Votivkirche y su cruz: el sencillo recuerdo a Luis II de Baviera
Una senda nos lleva a la bella Votivkirche, iglesia votiva. Enfrente de ella… la sencilla cruz metálica que, en el interior del lago y protegida por una fina cerca, recuerda el lugar exacto donde fue hallado el cadáver del monarca. El paraje es idílico.
Desde allí hasta el pueblo, unos seis kilómetros orilleando en soledad nos devuelven la paz mental. Cada vez encontramos más gente, más patos, más ciclistas… mientras dejamos atrás cabañas aisladas, pequeños embarcaderos de madera y la hierba, que muta en gravilla.
Es uno de los rincones más plácidos de Alemania. Las terrazas de los cafés a orillas del Starnberg son el lugar ideal para tomar cualquier refresco sin prisa, escuchando los trenes a sólo unos metros… y pensando que “ya cogeré el siguiente”.
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