Las cascadas de Kravica, de paso entre Dubrovnik y Mostar, son el rincón más espectacular de Bosnia y Herzegovina
Cercana a la frontera de Bosnia con Croacia, apenas apartada del camino que une las más que turísticas Dubrovnik y Mostar, se ocultan las cascadas de Kravica o Kravice, una joya de la naturaleza.
Sí, se oculta. Porque hay que saber a dónde vas para encontrarlas. Apenas hay lugares que vivan del turismo en Bosnia y Herzegovina, porque apenas hay turistas que se atrevan a conocerla más allá de una excursión a Mostar (normalmente desde la Costa Dálmata), una escapada o viaje de negocios a la más cosmopolita Sarajevo, o una peregrinación religiosa a Medjugorje, una iglesia de reciente bastante kitsch construcción muy cercana a las cataratas, y también de camino a Mostar.
Cómo llegar a las cascadas de Kravica
Si se va por la costa, se entra al interior de Bosnia a través de la ciudad costera de Neum. En Hutovo, se gira a la izquierda hacia el parque de Hutovo, dejando a la derecha de la carretera el lago Svitavsko. Aunque se gira en dirección a Móstar, un poco después se abandona la carretera, en Capljina, hacia Ljubuski, por la carretera principal M6, la que se cogería desde Dubrovnik si se elige el interior, por Trebinje.
Ya en ese tramo se encuentra el desvío a Kravica. Las cataratas de Kravica son todo un regalo para los sentidos. Se accede desde lo alto, por lo que la primera impresión que tiene el visitante es sobrecogedora, en todo su esplendor. Varios chorros caen desde una altura de unos 25 metros a un lago rodeado de bosque cuyo radio, en función de la época del año, se mueve en torno a los 120 metros.
La mejor época para visitar las cascadas es en primavera o inicios de verano (las fotos son de junio), puesto que, según avanza el verano, la vegetación clarea y amarillea, y todo ello da una sensación de mayor aridez.
Alrededor del lago, de frías aguas a pesar de su sugerente color verde esmeralda, se expande una acogedora área recreativa. Muchos bosnios van a refrescarse y hacer pícnic allí en verano, y obviamente a darse un chapuzón para ahuyentar un calor a veces sofocante, pero que la sombra de los árboles ya calma.
Los lugareños hacen bien en no señalizar este tesoro de la naturaleza, que disfrutan y preservan. Pocas son las cataratas de tal tamaño en el mundo donde, además, gracias a lo calmado del lago, puedas bañarte e incluso, si eres un diestro nadador, acercarte a su rompiente. Eso sí, como todos los lugares desconocidos… cuanto más tiempo tardes en querer conocer Kravica, más probable es que los turistas se hayan enterado de que existe.
Si se entra por Neum, de camino hacia las cataratas encontraremos, entre otros, el embalse de Hutovo y los minaretes y saltos de río de la pequeña población de Stolac. La mayoría de las construcciones del pueblo, algunas que se remontan al siglo XVI, están todavía hoy en proceso de reconstrucción tras los serios daños que sufrieron durante la Guerra de los Balcanes.
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